jueves, 9 de julio de 2009


La hora del Parlamento.


Por Carlos Alberto Carranza.

Desde la crisis de 2001, cuando estuvimos al borde del estallido social, el sistema político argentino aún no ha podido reencontrarse con la sociedad civil. El "que se vayan todos" sigue latente en muchos sectores de la vida nacional, y los medios reflejan, por otro lado, el desinterés y la apatía de sus principales protagonistas. Hay una fuerte crisis de legitimidad en la representación popular y debemos acudir en su solución. Desde la política se impone una decisión inmediata e histórica, que tenga como eje el pleno respeto por las libertades públicas, las garantías individuales y los derechos constitucionales de todos los habitantes de la Nación, y el restablecimiento de las facultades, poderes y atribuciones a las instituciones fundamentales de la República; fortaleciendo, antes que nada, el "sistema federal" que nos permita discutir una nueva relación entre las provincias y el poder central en lo que hace a las autonomías y a las decisiones estratégicas de cada uno de los estados locales.


Entre otras medidas, debemos procurar: evitar la polarización social que se ofrece con un discurso confrontativo; consolidar la estructura social sobre la base de una mayor cohesión y pluralismo político; detener la estratificación social, el aumento de la pobreza, la inseguridad y la exclusión social; promover la movilidad y ascenso social por medio de la promoción del empleo, la inversión y el desarrollo (el sentido de comunidad); evitar la atomización partidaria y fortalecer el sistema de partidos políticos, y modificar los sistemas electorales que promuevan una real representación de los sectores con mayor consenso social. En cuanto al Parlamento Nacional, que pasó del tristemente célebre caso que terminó con la renuncia de un vicepresidente de la Nación al voto desempate del actual, en la resolución 125, ha crecido y mucho. Ya son pocos los legisladores que votan las llamadas leyes de emergencia o superpoderes, convencidos de que deben representar fielmente a los estados provinciales y al pueblo que los votó y no delegar decisiones en el Poder Ejecutivo; y son muchos los que se pusieron firmes a la hora de defender las economías de sus regiones. La nueva composición va en camino de restablecer un sistema de acuerdos y consensos para debatir y discutir desde una nueva mirada republicana. Esa nueva concepción de las instituciones será el punto de partida para la construcción de un nuevo modelo basado en la defensa y el respeto por los superiores intereses de la Nación. Si bien nuestras democracias no se encuentran hoy jaqueadas por procesos autocráticos, como ha sido una constante en América latina los últimos 40 años, otros son los desafíos que debemos afrontar: la estabilidad democrática, la gobernabilidad y la pobreza, todas cuestiones que afectan el desarrollo y el progreso en las naciones del sur continental. Los riesgos de quiebre del sistema político en el año 2001 fueron resueltos por salidas parlamentarias y dentro del marco constitucional. Pero esto no quiere decir que la gente esté conforme, aún quedan resabios del disconformismo y del rechazo a un sistema que debemos cambiar antes de que sea tarde. Esa salida parlamentaria del año 2001 nos dio un presidente que reencauzó el país y llamó a elecciones. Esto, unido al protagonismo del Senado luego de la resolución 125 de 2008, pueden ser un comienzo que tenga como eje al Congreso Nacional. Incluso, es posible analizar la posibilidad de trasladar el centro del debate nacional a una ciudad como Rosario, donde hoy se decide gran parte de la suerte del movimiento político y económico de la región, donde se centra el núcleo de nuestra relación multilateral con Brasil, Paraguay y Uruguay, es decir, el corazón del Mercosur, donde la historia del federalismo se centró varias veces y siendo que, a casi doscientos años de nuestra independencia, debemos reconocer que es hora de restablecer las bases federales que dieron origen a nuestra nacionalidad, con un acto de reconocimiento al interior profundo de nuestra patria y en un gesto a los trabajadores silenciosos y abnegados que forjaron los destinos de un país prospero, con trabajo y afán de progreso. Es preciso intentar, lo antes posible, reformular el sistema político argentino y acotar los desvíos del hiperpresidencialismo que hoy tenemos. La reforma constitucional del 1994 no ha dado muestras suficientes de equilibrar los poderes, ya que la figura del jefe de gabinete de ministros no ha resultado, a mi juicio, eficaz a la hora de diseñar una arquitectura institucional que sea capaz de armonizar los distintos sectores de la vida política nacional. Se impone una nueva reforma que profundice el cambio hacia un sistema parlamentario, sistemas electorales que fortalezcan los partidos políticos con tradición e historia y evitar su fragmentación inconducente, ya que sólo así se asegura la gobernabilidad de quienes resulten electos. Todo ello se realiza dando un rol preponderante al Congreso Nacional en la toma de decisiones y revitalizando el sistema de partidos. Sólo hace falta más respeto por las instituciones, mejor representación, y entre todos trabajar fuerte por un proyecto común para todos los argentinos. Así se podrán zanjar algunos inconvenientes que, seguramente, ahora el oficialismo, sin las mayorías en el Parlamento o sin quórum propio, pero con al menos las primeras minorías en ambas cámaras, deberá acordar para aprobar las políticas que sean necesarias para la buena marcha de la República. Pero este nuevo sistema requiere de hombres y mujeres con mucha magnanimidad, patriotismo y una visión estratégica de lo que el país necesita; sin dobleces, sin obsecuencias y sin especulación alguna. Ha llegado la hora de tomar recaudo anticipando los tiempos que se avecinan, y obrar en consecuencia. Y esa es la hora del Bicentenario, fundamento más que suficiente para la propuesta de protagonizar esta nueva etapa poniendo énfasis en un cambio paradigmático, que tenga como eje la centralidad del Congreso Nacional en el camino de grandeza que nuestra gran Nación merece y necesita. El autor es jefe de asesores del senador nacional Carlos Reutemann y diputado electo por la provincia de Santa Fe.


Fuente : 09 de Julio Diario La Nación - Opinión - Pág.15